Centro de Estudios Wilhelm Reich

CENTRO DE ESTUDIOS WILHELM REICH. Buenos Aires. Argentina

sábado, 27 de diciembre de 2014

Prefacio de una teoría funcional



Prefacio de LA BIOPATÍA DEL CÁNCER
(por su discípulo Chester Raphael)

La teoría de Reich, según la cual el cáncer no es primariamente un tumor
que aparece de forma misteriosa en un organismo por lo demás sano, sino
una enfermedad sistémica provocada por una inanición sexual crónica,
sorprenderá al lector medio, para quien los trastornos de la sexualidad, si
bien penosos, no son patógenos. También irritará a muchos que, por
prejuicios morales, consideran semejante asociación como algo ofensivo
e insostenible. Wilhelm Reich, con su infalible sentido para captarlas
elaciones entre todos los fenómenos naturales, dejó de lado esos
prejuicios e incluyó el orgasmo entre los temas dignos de seria
investigación. Sus estudios lo llevaron a buscar la verdadera naturaleza de
la energía que pone de manifiesto en el orgasmo, y a demostrar que dicha
energía no Sólo actúa en los organismos vivientes, sino que representa el
principio de funcionamiento común a toda la naturaleza.
En La función del orgasmo se describe el camino recorrido por Reich
hasta llegar al descubrimiento de esta energía omnipresente, a la cual él
denominó orgón. En el presente tomo, La biopatía del cáncer, Reich
detalla el proceso en sí del descubrimiento de la energía orgónica y revela
importancia práctica en el problema del cáncer. Contribuye así en una
medida muy importante a la comprensión de la más grave y
desconcertante de las enfermedades que aquejan hoy a la humanidad.
Aparecida por primera vez en 1948, La biopatía del cáncer es una
obra prácticamente desconocida hasta ahora. Su difusión fue muy
limitada y, por fin, una disposición oficial -según la cual los libros de
Reich debían ser retenidos o incinerados por un organismo estatal de los
EE.UU. -impidió la venta. Por fortuna, esta nueva edición revela una
creciente apertura a los enfoques innovadores respecto al problema del
cáncer.

La energía orgónica constituye la base de la teoría de Reich sobre el
cáncer. Dicha energía puede ser utilizada para el estudio de todos los
fenómenos naturales y para la investigación, tratamiento y profilaxis de
enfermedades. Lo lógico habría sido que la demostración de la existencia
de una energía cósmica -acerca de la cual el hombre ha especulado en el
curso de toda su historia- fuera recibida con expectante entusiasmo. Sin
embargo, la incapacidad del hombre medio para experimentar o entender
sus propias sensaciones corpóreas —que son manifestaciones del
movimiento de esa energía— lo llevó a rechazar la realidad de una fuerza
específica que gobierna su organismo. Por eso consideró el
descubrimiento de Reich, el de la energía orgónica, como una fantasía o
una superchería.
Uno de los principales impedimentos para la comprensión de la teoría
de Reich acerca del cáncer es el convencional enfoque mecanicista de la
enfermedad. Hasta hace relativamente poco —en realidad, menos de cien
años—, se atribuían las enfermedades a los efectos de la interacción de
muchas variables en el individuo y su medio. Sin embargo, con las
investigaciones de Pasteur y de Koch comienza a imponerse la "doctrina
dé la etiología específica", según la cual una enfermedad es provocada
por un factor específico, por ejemplo, una bacteria o un virus o una
deficiencia hormonal. La medicina moderna se basa en este enfoque
mecanicista, respaldado en la actualidad por generosas partidas oficiales destinadas a la investigación del cáncer. Él enfoque mecanicista goza de
ese entusiasta apoyo porque ha demostrado que se puede provocar una
determinada enfermedad en el animal de laboratorio, mediante un único
factor aislado, o que un procedimiento mecánico o una sustancia química
—con frecuencia descubierta por azar— pueden resultar efectivos para el
tratamiento de una enfermedad. Hay científicos prominentes que rechazan
tal enfoque y declaran inútil la búsqueda de un factor causal específico.
Con todo, la búsqueda prosigue.
Hoy se investigan varias "causas" del cáncer, entre otras teorías,
encontramos la del virus, la psicosomática y la bioquímica. Así algunos
investigadores están convencidos de que el cáncer es una enfermedad
infecciosa de origen virósico y creen que no tardará en desarrollarse una
vacuna. Otros han señalado la posibilidad de una etiología psicosomática
interaccional y han especulado acerca de la relación entre la aparición de
tumores malignos y la depresión física, la falta de agresión, etc. Otros,
por su parte, sugieren que ciertos factores psicológicos perturban el
equilibrio hormonal del organismo o deprimen los mecanismos de
inmunidad, contribuyendo así a la etiología del cáncer. Finalmente, en el
terreno de la bioquímica -en vista de que la falta de oxígeno parece
contribuir al desarrollo del cáncer- se están reconsiderando los olvidados
descubrimientos de Ótto Warburg, quien comprobó que los procesos
normales de oxidación sufren un daño irreversible en la célula cancerosa
y son reemplazados por procesos anaeróbicos.
A pesar del interés estimulado por estas distintas teorías, es evidente
que muchos interrogantes respecto de la etiología permanecen aún sin
respuesta y que muchos aspectos siguen siendo oscuros y confusos. Por
ejemplo: Si es verdad que los virus tienen una participación, ¿cómo y
dónde se originan éstos? Si hay algo más fundamental que la acción
virósica, algo químico, ¿qué es? Si las emociones intervienen en la
etiología, ¿cómo producen concretamente el cáncer? La relación entre el
cáncer y los virus, las emociones, la falta de oxígeno, etc., parece
indudable; pero ignora por qué medios y de qué manera tales factores
producen la transformación maligna de los tejidos.

Ante el desconocimiento de la etiología del cáncer, el tratamiento se
orientado en gran parte por los síntomas, y los resultados han sido
imprevisibles y, por lo general, desalentadores. En realidad, los
sufrimientos del enfermo de cáncer suelen deberse más a los medios
empleados para atar los síntomas, que a la enfermedad en sí. El tumor es
la manifestación más visible de la enfermedad y la mayoría de los
investigadores lo considera la enfermedad en sí; por eso, el tratamiento
consiste en su extirpación quirúrgica o en el intento de destruirlo por
medio de radiación de substancias químicas. El valor de éstas es objeto de
enconadas controversias. Por ejemplo, no se ha llegado nunca a un
acuerdo respecto a la cantidad de tejido que debe ser extirpado para tener
la seguridad de que no quedan células de cáncer que puedan invadir y
destruir los tejidos vecinos sanos. El doctor George Crile (h.), de la
Cleveland Clinic, ha comprobado que muchas intervenciones quirúrgicas
son excesivas y se ha lamentado de que "en nuestra prisa por extirpar el
cáncer mediante un uso indiscriminado de la cirugía, olvidamos al
paciente y hasta difundimos la enfermedad". A pesar de las evidentes
limitaciones que presenta el tratamiento de la enfermedad por medio de
una extirpación quirúrgica o una destrucción del tumor, la medicina
corriente considera que el tumor es el único blanco de intervención
terapéutica. Eso se debe a una premisa mecanicista, según la cual el
tumor aparece de novo en un organismo por lo demás sano.

En La biopatía del cáncer, Reich presenta una teoría funcional del
cáncer, que explica el origen y desarrollo de la enfermedad y brinda
posibilidades de tratamiento y, lo que es más importante, de profilaxis. Al
hacerlo, no excluye las especulaciones actuales sobre una relación de esta
enfermedad con la infección, con trastornos emocionales, y con daños en
10 11 el metabolismo celular, ni discute el valor de extirpar simplemente los
grandes tumores, etcétera. El supuesto "virus del cáncer" guarda una
indudable relación con los bacilos-T de Reich que producían tumores
cancerosos en los animales de experimentación. Esto no haría más que
brindar un fundamento a la actual teoría de la infección. Sin embargo,
para conformarse con el punto de vista de Reich, la teoría de la infección
debería contemplar el hecho de que el bacilo-T tiene un origen endógeno,
puesto que surge de la desintegración bionosa de la sustancia viviente.
(Por supuesto, esto no coincide con la teoría metafísica de los "gérmenes
del aire", considerados como origen de todas las bacterias.) La depresión
psíquica o la falta de agresión señalada por los psicosomaticistas es la
"resignación caracterológica" de Reich. Pero para Reich, la "resignación”
no es sólo un interesante descubrimiento que interviene de manera poco
clara en la génesis de la enfermedad; es la primera fase de un proceso de
encogimiento, producto de un trastorno en la descarga de energía sexual.
La actual teoría de la deficiencia de oxígeno a nivel celular,
originariamente señalada por Warburg, no es un descubrimiento aislado
sin explicación; según Reich, se trata de la expresión bioquímica interna
de una insuficiencia en la respiración exterior. En otras palabras, en la
teoría del cáncer de Reich estos y otros hechos no son elementos
inconexos ni aparecen en un orden arbitrario, sino que se presentan como
síntomas de una enfermedad sistémica, cuyo origen se debe a una estasis
crónica de la energía biológica del organismo. Ello significa que estos
elementos tienen un origen común y luego adquieren la capacidad de
funcionar en forma autónoma y por eso producen la impresión de poseer
una importancia etiológica primaria.

A diferencia de las demás explicaciones ofrecidas hasta ahora, la teoría
de Reich toma en cuenta todos los aspectos del cáncer. Reich no sólo ha
practicado las mismas observaciones que hoy se están encarando en
forma individual, sino que ha demostrado la existencia de una relación
funcional entre ellas, que la metodología mecanicista no pudo descubrir.
Lo trágico es que los descubrimientos de Reich fueron recibidos con
sorna, sin interés y, sobre todo, con indiferencia, cuando los hizo públicos
hace más de un cuarto de siglo, y que jamás se intentó examinarlos con
imparcialidad. Incluso el interés actual por las primeras obras de Reich —
que mantienen su vigencia en el clima social de nuestros días— no se ha
hecho extensivo a sus trabajos posteriores, vinculados con el
descubrimiento de la energía orgónica. A pesar de todo, quizás ese nuevo
interés estimule una recepción más favorable de su teoría del orgón y
posibilite la utilización de esa energía en el estudio y tratamiento de
enfermedades somáticas, como el cáncer.
Esperamos que La biopatía del cáncer no provoque un entusiasmo
místico ni un rechazo ciego. Reich previo estas posibles reacciones
irracionales ante su obra e insistió en señalar que la solución del problema
del cáncer por él propuesta no significaba haber dado con un medio de
curación. Pero pese a sus esfuerzos por evitar malentendidos y por
moderar las expectativas exageradas, se lo ha condenado y ridiculizado
por afirmaciones que jamás formuló, aunque predijo que se le atribuirían
sin fundamento. De su prólogo surge con toda claridad esa conciencia de
lo inevitable de las distorsiones y de las reacciones malévolas. Conviene
leerlo con detenimiento para evitar cualquier malentendido respecto a lo
que Reich realmente pretende. Además, para eliminar cualquier duda
subsistente, recomendamos al lector un atento análisis del último capítulo,
en el cual Reich subraya, una vez más, que la auténtica solución del
problema del cáncer reside más en la profilaxis de la enfermedad que en
su curación. Los medios para esta solución se encuentran, en primer
lugar, en el terreno social, pues la sociedad coercitiva es la que crea la
miseria sexual y el consiguiente estancamiento de energía biológica que
da origen al cáncer.

Chester M. Raphael, M.D.
Forest Hills, N.Y.
1973

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