En 1953, Lowen conoce a otro colega, también seguidor de Reich; se trata de John C. Pierrakos, con el que pronto establece una buena amistad. A los dos se unió en poco tiempo otro terapeuta, William Walling, que procedía también de la escuela fundada por Reich. Los tres, sin embargo, ya no se encontraban por entonces conectados con la organización creada por Reich.
La muerte en prisión de Reich, en 1957, convenció a Lowen de que el hombre no puede salvarse a sí mismo. Pero este concepto de la salvación era algo que todavía se le escapaba, porque si bien en su caso había concluido con todo éxito la terapia reichiana, sabía que aún tenía muchas tensiones en su cuerpo que le impedían conseguir el estado de libertad y alegría que deseaba.
Como sucedió con Reich, Lowen terminó separándose de Pierrakos, que creó su propia escuela terapéutica a la que denominó «Corenergética». Durante la década de los ochenta, y a pesar de su avanzada edad, Alexander Lowen siguió trabajando en su escuela, convencido del principio que había mantenido desde que inició su terapia bioenergética: la vida del individuo es la vida de su cuerpo,
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